6 de junio de 1995. Aeropuerto internacional de Manchester. Fue la más espectacular oleada de avistamientos OVNI de la historia británica. Investigadores civiles y oficiales siguen de cerca todas las novedades. No hay día durante el cual no tenga lugar un avistamiento. En total se registran 2600 casos, es decir, aproximadamente tres cada jornada. Sin embargo, casi ninguno de ellos es tan espectacular e interesante como el que desencadena el comienzo de la oleada. Un suceso que cuenta con todos los ingredientes necesarios para pasar a la posteridad y cuya investigación llevó a los estudiosos a sorprendentes conclusiones.
Las 6.55 de la mañana. A esa hora, los controladores del aeropuerto tenían prevista la llegada del vuelo regular que una esta ciudad con la italiana de Milán. El vuelo se llevaba a cabo con toda normalidad hasta ese momento en un Boeing 737 a bordo del cual viajaban más de cien pasajeros.
Menos de media hora antes, los operadores de la torre de control habían iniciado el trabajo en colaboración con la tripulación del vuelo. El objetivo era que el descenso y aproximación a pista discurriera sin contratiempo de ningún tipo. Acompañaba el cielo, que se presentaba despejado, tanto de nubes como de tráfico aéreo. Sin embargo, cuando los relojes marcaban las 6.48 horas sucedió algo inquietante.
Sin saber cómo, el piloto del vuelo descubrió que a pocos cientos de metros frente a él se encontraba un intruso aéreo que describió como un artefacto en forma de cuña, iluminado con pequeñas luces “como las de un árbol de navidad”. Y lo inquietante no es que se encontrara frente a él, sino que se movía, y que lo hacía a rumbo de colisión con el Boeing 737.
Raudo, el piloto decidió tomar los mandos y modificar bruscamente la ruta. Afortunadamente, fue rápido, y el extraño artefacto pasó pro encima del avión comercial sin efectuar el más mínimo movimiento para intentar evitar la colisión, que no se produjo únicamente gracias al comandante del avión, que dio parte de los hechos, tras aterrizar, en el pertinente informe oficial, que fue el primero de estas características que se efectuó durante la gran oleada británica.
La investigación oficial del caso corrió a cargo de la Aviación Civil del Reino Unido. A la par, un departamento oficial de la sección segunda del Estado Mayor del Ejército supervisó todos los datos. Al frente de este equipo se encontraba un alto funcionario llamado Nick Pope, cuya única dedicación era investigar oficialmente el fenómeno OVNI. Lo primero que se descubre durante la investigación fue que desde tierra el fenómeno también fue observado. Así lo aseguró a las autoridades un joven llamado Mark Lloyd, quien explicó que el triangulo negro rodeado de luces era tan grande como un estadio de fútbol. Su descripción coincidía con la efectuada por los tripulantes del Boeing. Los datos, por supuesto, pasaron a formar parte del informe oficial gestado por el investigador Nick Pope.
Los investigadores oficiales no, pero los civiles comenzaron a valorar la posibilidad de que el vuelo se hubiera cruzado en el aire con alguna clase de prototipo militar desconocido. Sin embargo, y pese al aspecto del artefacto, en este caso parece que dicha posibilidad no tiene asilo. Ciertamente, muchos de los casos ocurridos durante los tres años de oleada podrían justificarse con esa posibilidad, pero el que en concreto nos ocupa, no. Finalmente, los investigadores de Aviación Civil decidieron dar a conocer el informe del suceso justo un año después. Se trataba de un proceso de apertura informativa sin precedentes.
En el informe de Aviación Civil se ofrecieron todos los datos del encuentro. Los investigadores que han estudiado el caso llegaron a la conclusión de que no existía explicación para el suceso. Pese a ello, consideraron que se trató de un artefacto real, con capacidad para volar y aparentemente dotado de tecnología. Es por ello que decidieron incluir el caso entre los informes de nearmiss, un listado oficial de acontecimientos en los cuales se registran los incidentes aéreos ocurridos en el cielo con riesgo de colisión. De los veintisiete casos de aquel año, todos los episodios corresponden a aviones que se aproximan demasiado en sus rutas. Todos menos uno: el informe del que nos ocupa, en el que se determinó que existió un grave riesgo de colisión.
Además, los investigadores civiles también elaboraron sus expedientes. Uno de ellos fue el físico termonuclear Clive Saunders, de la Universidad de Manchester, que estudió todos los extremos del suceso y sus testimonios. En su informe final aseguró lo siguiente: “La tecnología nuclear necesaria para hacer volar así a un objeto de ese tamaño y características sólo estará en poder de la ciencia dentro de ciento cincuenta años”. Habida cuenta de este dato, es difícil creer que se tratara de un prototipo secreto… Y más cuando estas observaciones se repitieron durante los siguientes meses de forma pertinente y con una serie de características que son realmente identificativas de los episodios de este estilo.
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