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Apareció en la época del cine mudo y nunca se le escuchó rugir, a pesar de eso fué una estrella.
El 11 de Noviembre de este año 2010, la Metro Golden Mayer se declaró en quiebra. Todos recordaremos su característico logotipo de un león rugiendo con el que comenzaban sus películas, lo que no conocemos quizás es la curiosa historia de este león que nos rugía desde la pantalla.
La historia de este león es curiosa, su invención fue fruto de la imaginación de Howard Dietz (ex combatiente en la Primera Guerra Mundial y reportero), que era el director de publicidad de la Goldwyn Pictures en 1924 (cuando esta se unió a la Metro). La imagen del león es anterior a esta fusión ya que Howard lo diseñó en 1916 inspirado en el logotipo de la Universidad de Columbia titulado Roar, Lion, Roar (“Ruge, León, Ruge”), eslogan que se grita cuando el equipo de fútbol de la universidad consigue marcar. En 1924, Goldwyn se unió a Metro y a Louis B. Mayer y el león se convirtió en el símbolo del nuevo estudio, pero pasarían 4 años antes de que el público pudiera escuchar su rugido reproducido por un fonógrafo. El propio Mayer sería el encargado de su filmación del rugido
El 21 de septiembre de 1927 se estrelló en Arizona un avión fletado por la Metro Goldwyn Mayer. El aparato, un Brougham modificado, debía llevar de Los Ángeles a Nueva York a una de las estrellas de la compañía, reclamada para cumplir ciertos compromisos publicitarios. No hubo víctimas pero al llegar los bomberos al lugar del accidente se llevaron una buena sorpresa.
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Y es que la estrella que viajaba en el avión era Leo, el león emblema de la Metro, un felino al que durante toda su vida persiguió la mala suerte, o la buena según se mire. Leo no solo salió ileso a este accidente de avión sino que también sobrevivió a dos accidentes ferroviarios, un terremoto, un incendio y una inundación. De hecho ya el barco que lo trajo a EEUU estuvo a punto de naufragar.
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En dos momentos de la grabación del famoso “logo”.
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Aunque a todos los leones de la Metro se les conoció popularmente como Leo el león, su papel lo han interpretado varios leones. El primero, y protagonista del accidente, se llamaba Slats, de cuyo origen no existen datos muy precisos, pues mientras unos decían que provenía de Sudán, otros que había nacido dentro del zoológico de Dublín, lo que si es cierto, es que fue adiestrado por el especialista Volney Phifer, un famoso domador de animales de Hollywood, y que Slats representó a la Metro entre 1924 y 1928 y nunca llegó a rugir en pantalla, era la época del cine mudo. No obstante al público le encantaba.
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Durante dos años recorrió los Estados Unidos promocionando los famosos estudios cinematográficos. Solía acudir a los estrenos de las películas en su propio vehículo desde el que sus cuidadores repartían autógrafos con la frase: “Rugientemente suyo, Leo”.
Slats dejó su puesto en 1928 al ser sustituido por Jackie, físicamente muy parecido a Slats y tuvo el honor de ser el primero cuyos rugidos pudieron ser oídos por los espectadores de las películas, vía gramófono claro.
Tristemente, y como ocurre con una gran mayoría de estrellas hollywoodienses, a la vejez fue olvidado y finalizó sus días en un triste hospicio para animales en 1936 siendo enterrado en Long Hill, a unos 45 kilómetros de Nueva York .
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Después vendrían otros como Tanner el primer león de la Metro en technicolor, y Jackie II (extraoficialmente, ya que no tenía nombre). En total fueron cinco los leones que pusieron rostro al emblema de la Metro. Y solamente el quinto, imagen de MGM desde 1957, se llamó Leo.
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Pero ¿que pasó con Slats, el primer león de la Metro? Volney Phifer, su adiestrador, compró una granja en Gillette, Nueva Jersey, a donde llevó muchos animales utilizados en los espectáculos de Broadway cuando ya no interesaban a sus dueños.
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Junto a una asustada Greta Garbo.
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Allí llevó también a Slats donde viviría ocho años más hasta su muerte en 1936. Y allí reposan sus restos, bajo un pequeño bloque de granito y un pino, que el propio Phifer plantó tras la muerte de la bestia. Según Phifer mientras el árbol se mantenga en pie sus raíces dominarán el espíritu de Slats.
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Como suele pasar casi siempre, cuando la granja rebosaba de vida animal era odiada por los habitantes de Gillette que se quejaban del ruido, los olores y del peligro que suponía que alguno de ellos escapase.
La situación cambió radicalmente, y en 1994 los vecinos de Gillette iniciaron una campaña para preservar la tumba de Slats ya que una empresa de camiones pretendía construir un aparcamiento sobre ella. Consiguieron su propósito, así que por suerte para todos, el espíritu de Slats continúa descansando.
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